Ocho Presidentes



Ocho paisanos ocuparon la silla presidencial durante el siglo veinte:   cinco militares y tres civiles. Los cinco militares fueron el General Cipriano Castro, natural de Capacho; el General Juan Vicente Gómez, nacido en La Mulera; el General Eleazar López Contreras,  oriundo de Queniquea; el General Isaías Medina Angarita, nativo de San Cristóbal, y el General Marcos Pérez Jiménez, de Michelena.  Los civiles:  Emilio Constantino Guerrero, de La Grita; Carlos Andrés Pérez, de Rubio,  y Ramón J, Velásquez, de Colón.
Unos y otros representaban diferentes maneras de pensar y matar pulgas. Los gendarmes, disfrazados de patriotas y  herederos de Bolívar, una mano en el chopo y la otra  en la bandera nacional. Los otros, arengando a las masas y ofreciéndoles la luna y algo más. El juego se mantuvo por más de medio siglo.  Las consignas se cansaron; los discursos se tornaron obsoletos;   las esperanzas languidecieron de fastidio.  
Con excepción del simpático General Isaías Medina Angarita, civilista a carta cabal, los militares mandaron con el rejo  en una mano y en la otra una busaca sospechosa.  Retratos de la época los proyectan en todo su esplendor,  sobre todo el General Juan Vicente,  que vestía pulcro y hasta guantes usaba. A Castro y a Gómez les gustaba montar a caballo. A López Contreras, en Cadillac o Packard último modelo. Al General de Michelena, la Vaca Sagrada,  o sea el avión presidencial.
De los civiles, nos consta que, ¨el muchacho de Rubio¨ caminaba como un bendito y por eso le decían: ¨este hombre si camina¨;  el doctor Velásquez utilizaba un forcito para ir al trabajo; mientras el doctor Emilio Constantino, acostumbraba pasear por las tardes, sobre el lomo de una mula barcina, y caminar el resto del día, como cualquier hijo de vecino.
Sin duda, no ha habido militar comparable al General Juan Vicente Gómez, formado en las artes marciales sin  pasar por escuela, ni haber participado en batallas, como las que se daban en Capacho,  la frontera y la propia villa de San Cristóbal. Estudiaba, calculaba, medía y ganaba las peleas sin disparar un tiro. Alguien quiso invadir por Cumarebo desde Curazao, y él  le compró el parque y lo dejó sin armas. Se le alzaba cualquier caudillo en cualquier lugar de la patria, y él lo llamaba a conversar y a hacer las paces, para que no se expusiera a un mal percance.  ¡Lástima que el compadre Castro se hubiera vuelto tan bocón  y peligroso!  Tuvo que mandarlo de paseo. Lo envió lejos para que no corriera algún peligro. De resto,  nunca hubo de lamentar males mayores.
Cuando los Generales Castro y Gómez pasaron por La Grita, no encontraron a Emilio Constantino.  Andaba en Mérida, graduándose de Abogado y firmando papeles para irse a trabajar en Caracas.  Por eso no formó parte de la muchachada del ¨Colegio Corazón de Jesús¨  y de algunos reverendos, sacristanes y novicios que  se armaron de valor y se unieron a las filas de la revolución. Pero, igual, se integró a ella y hasta le dedicó sendos piropos. ¿Cómo olvidar su  ¨Sangre Patricia¨ y su ¨Campaña Heroica¨, sin sonrojarse un tantito de vergüenza? 
En lo demás fue un santo varón. Se distinguió por su sapiencia y elegancia durante los años que formó parte de la ¨Corte Federal y de Casación¨.   Cuando el General Benemérito le ordenó se encargara de la Presidencia de la República, de acuerdo a lo estipulado en la Constitución Nacional, y por necesidades de la Causa, se hizo cargo del coroto y mandó, como debía mandar, sin salirse del carril.
No sabemos cuántos días o meses ejerció el cargo. Lo que sí sabemos es que se portó bien con el país, vistió paltó levita y le entregó buenas cuentas al General. Tan bien se portó que a los días fue premiado con el cargo de Embajador Plenipotenciario de los Estados Unidos de Venezuela en el Brasil.   
 ¿Díganme, ustedes, señores, si no es un alto honor, haber tenido entre nuestros  ancestros gritenses   un mandamás con todos los hierros, como lo fue el doctor Emilio? Claro que él  no era militar, ni actuaba como tal, ni tampoco pertenecía a la fauna de políticos que se valen de un cargo público para rebuznar por encima del ombligo y llenarse de prebendas y juguetes dorados.  Su único acto de gobierno fue coronar la testa del abuelo Eduardo Blanco, autor de un libro hermoso, ¨Venezuela Heroica¨, que antes se leía con deleite y ahora nadie nombra ni recuerda.
Sólo es de lamentar que haya sido tan olvidadizo. Que no le haya tirado una migaja de cariño a su pueblo natal. Que hasta de su Maestro, el venerable padre Jesús Manuel Jáuregui Moreno,  muerto en el exilio, se olvidara, pudiendo defenderlo y hacer algo por él.   Y del Colegio Corazón de Jesús, sumido en la inopia, del que tampoco se acordó.  ¿Sería porque nadie  se lo recordaba, o porque era amnésico de vocación? 
Murió en Río de Janeiro (año 1.920). Sus restos fueron traídos en barco y luego transportados a La Grita. El padre Maximiliano Escalante se encargó de cantarle y rezarle las ceremonias mortuorias de rigor. Antonino Melani, de organizar la ceremonia. Se le enterró debajo del atrio de la Iglesia de los Ángeles, junto a  sacerdotes y monjes venerables. Los soldados del regimiento local, procedieron a disparar varias descargas de escopetas y chopos y a quemar  incienso en su honor. El jefe civil del municipio, a leer un bando del gobierno nacional. Se le rezó un rosario en familia, salpicado de misterios gozosos y dichosos, y un soneto de poeta Eliseo Mansilla, que era amigo suyo.
Quiénes allí estuvieron,  se acordaban de sus bigotes elegantes y su  mirada de galán. Del uniforme de paño en que venía enfundado,  sus correas de badana, sus botas de charol, las charreteras salpicadas de soles de General en Jefe, y una espada de hojalata relumbrante y marcial.
No faltó quién murmurara una duda de soslayo. ¿Sería el muerto, el propio   Emilio Constantino de otros días? ¿Sería el compañero del poeta de poetas Epifanio Mora? ¿La lumbrera de que tanto se hablaba? ¿Quién sería?
Era  el General y Doctor Emilio Constantino Guerrero,  elevado a la Presidencia de la República por el General Juan Vicente Gómez. Un General en Jefe, a pesar de ser  poeta, historiador y novelista de postín. ¡Un General!  
¿Cómo negarle el derecho de portar espada de hojalata, charreteras, entorchados, y de escupir por el colmillo?

                                                                     Pompilio.

Comentarios

  1. El Dr. Emilio Constantino Guerrero Noguera efectivamente SI fue Presidente de Venezuela pero de manera interina. Su presidencia ocurrió en vista que el día 05 de agosto de 1909, el Congreso Nacional (hoy Asamblea Nacional de Venezuela) aprobó una reforma constitucional que redujo el período presidencial del militar, hacendado y político tachirense, General Juan Vicente Gómez (1857-1935) a 4 años; el 19 de abril de 1910, el Dr. Guerrero Noguera (quien era el entonces Presidente de la Alta Corte Federal) pasó a ocupar la Presidencia Interina, en la Casa Amarilla. en Caracas, contando con la presencia del Ejecutivo Federal, las Corporaciones oficiales y demás funcionarios y empleados públicos, donde Gómez, como Presidente Provisional de la Nación, en cumplimiento del Artículo 86 de la Constitución, hizo formal entrega del Gobierno Provisorio de Venezuela al Doctor Emilio Constantino Guerrero, quien ocupó el cargo hasta el 29 de abril de 1910. El Dr. Guerrero Noguera presidió las celebraciones del Centenario del 19 de abril (1810-1910) y la coronación del escritor caraqueño Eduardo Blanco (1838-1912).

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