Un General, al que tampoco le escribían

A don Juan Alberto Sánchez, jaureguinamente… El general se levantó temprano, agarró en la cocina su tarro de café y fue a sentarse en el corredor. Desde allí contempló las diez vacas, sus respectivos becerros, y entabló conversación con la cocinera y el administrador de la finca. Era poco lo que tenían que decirse. Diez vacas a la vista. Las gallinas, los caballos, las parcelas de apio, frijol y maíz. Lo poco que trasegaban para la casa del general en el pueblo. Y la visita del correo. ¨¿Trajeron carta hoy?¨ ¨No, señor general, no trajeron carta¨. Conversaban, igual que ayer, antier, muchas mañanas, desde hacía más de seis meses. Había venido a temperar de los huesos y la vista; a tomar cuenta de los pocos animales que quedaban; a sembrar cosechas seguras, rendidoras; a esperar la carta que debía llegarl...