El Parque Sucre y su Palacio de Gobierno



Cuando visité a San Cristóbal, o la descubrí, al lado de mi padre, en mis tiernos días de escolar, llevaba en las alforjas tres deseos que, gracias a Dios, pude cumplir:  saborear los   helados  Sol y Sombra,  conocer la carpintería del señor Bracamonte, con sus bates y mascotas legendarios, y el palacio donde despachaban los jefes del gobierno regional.  
Comí  popsicles como nunca  pude  soñar;  acaricié el bate que, según se me dijo, utilizó el potente Burro Negro cuando conquistó para Rubio el campeonato de beisbol regional;  y fui al  parque Sucre, donde mi padre me tenía una misteriosa sorpresa.
Sentado en uno de sus bancos, vi luces, árboles, fuentes y personas. Vi agentes policiales marchando en perfecta formación.  Vi jinetes montados sobre briosos caballos orientales. Vi la banda musical tocando una retreta. La gente arremolinada alrededor del Maestro Rivera Useche.  Los gendarmes de gala, cuidando sus uniformes y echándose perfume.  Y un edificio monumental, con varios leones recostados sobre su techo, unas grandes ventanas, un balcón gigantesco y  el escudo de la patria labrado en alto relieve sobre el frontis.
Centré mi atención en el escudo. Quise detallar sus banderas, sus espigas y su caballo correlón. Quise, y no pude.  ¡Intento fallido!  ¿Dónde podrían estar? 
Con el objeto de poder mirar mejor,  me levanté y avancé unos pasos hacia la glorieta de los músicos.  ¡Las espigas,  las banderas y el caballo no aparecían!  ¡Qué contrariedad!
_Tápese el ojo izquierdo y mírelo con el derecho¨ _ me susurró mi padre. 
Entonces pude ver.  El escudo no era un escudo. Era la cabeza del General Juan Vicente Gómez,  con sus ojos, con sus bigotes, su casco y  anteojos de viejo, sonriendo y queriéndome decir algo que no alcancé a entender.
Animado por el resultado, quise mirarlo con el ojo izquierdo, y me tapé el derecho, creyendo detallarlo mejor,  pero el viejo no se dejó ver.  No quería nada con la izquierda. ¡No la podía ver… ni pintada!
De regreso a La Grita, en la camioneta de don Sixto Ontiveros, tuve tiempo de conversar con los pasajeros y contarles lo de la aparición del General Gómez en el frontis de la gobernación. Ninguno pareció sorprenderse. ¨Ese es el espanto de moda en el gobierno del General López Contreras¨, me dijeron. ¨Ese es el verdadero jefe¨, terminó por decirme papá al llegar a nuestra casa.

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