El Dia que el General Lopez Contreras Choco, y perdió El Choque


El Presidente de la República ha avisado que vendrá de visita. El jefe policial, Primitivo Cegarra, y sus dinámicos gendarmes, recorren las dos calles principales y las trece carreras de la ciudad. Hay que izar la bandera nacional, pintar los frentes de las casas, arrancar  yerbajos, barrer   aceras, limpiar  caballerizas, y no dejar un trasto feo en las barrancas.  Que el Presidente tenga una buena impresión. Que no se vaya a llevar un mal recuerdo. Que todos vistan de pontificar. ¿No ven que es el Presidente,  quien viene,  y, además,  cuándo carrizo habrá  de venir otro Presidente?

En la mansión hermosa de doña Ernestina de Gandica  se reunió la sociedad. Asistieron los padres de las dos parroquias eclesiásticas, el jefe civil don Pedro Mora,  los dueños de la compañía de luz eléctrica, varios socios del Club y el connotado orador Carlos Ramón Sánchez.

Representantes de la cuarta brigada del ejército  también se presentaron. Se llamó a la directora de la escuela de niñas, al director de la escuela de niños, a la superiora del colegio ¨Santa Rosa de Lima¨,  a varios sargentos y cabos,   para organizar la parada militar. Fueron días de ensayos y maniobras numerosos, de subir y bajar por las dos calles principales, marchas al trote y toques de corneta.

La autoridad, en uso de sus facultades orgánicas, ordenó a los barberos, a los sastres, a los zapateros y a las eficientes modistas griteñas,  declararse en emergencia. Nunca, como esa vez,  hubo  tantos cortes de pelo, afeitadas, arreglos de pelucas, refacción de vestidos, zurcimiento de calcetines, abotonaduras de camisas,  reposición de enaguas, tocas y viejos pantalones.  En el ambiente, olor a alcanforina, a trastienda, a desván. En los ánimos, la alegría,  la música a chorro,  interpretada por múltiples   conjuntos de cuerdas, y  la banda  del maestro Joaquín Yañez,  puesta a tono para que no fuera a caer en descompases  ni en falsetes. 

Llega el día de la visita. Una hilera de carros marcha a todo motor hacia ¨El Cedrito¨, pero  el alto mandatario no aparece. A esa hora se encuentra en ¨La Cañada¨, casa de los esposos Arellano Moreno, al pie del páramo ¨La Negra¨, comiendo arepa de harina y bebiendo café. Los compadres Arellano Moreno –don Ángel y doña Elenita- lo agasajan. Al Presidente le encantan las arepas, el queso y el café bolón. Y,  lógicamente, el protocolo debe ser modificado.

Cuando arriba a La Grita, nadie sabe qué hacer. Es cierto que la banda toca el himno  y  los templos repican,  pero también que no hay almuerzo sino todo lo contrario. En vez de banquete, y champaña y discursos panegíricos, una frugal merienda. Los mechados, las papas chorreadas, las rabadillas y el queso de piña quedan, como  bobos sin mama… para otra ocasión. La caravana del Presidente ha continuado su periplo hacia  ¨La Quinta¨,  ¨Angostura¨ y  ¨El Cobre¨. Allí se encontrará  con sus amigos,  Maximiano Casanova, Carlos Morales, monseñor Delfín Moncada, párroco de Chacao, y una nutrida representación femenina.  No hay discursos ni brindis. Sólo otras arepas y otro café bolón.

Lo mismo en ¨Los Mirtos¨, donde los reverendos Maximiliano Escalante y Juan de Mata Ortiz le rocían la calva con agua bendita y los campesinos le regalan un saquito de harina criolla. Agradecimiento por haberles construido el mejor molino de los andes y por haber venido a inaugurarlo. No hay brindis. Otras arepas y otro café bolón.

Sólo es de lamentar un choque,  más bien débil que grave,  el del carro presidencial con el volquete del comerciante Vicente Porras.

El automóvil oficial subía por la calle principal de ¨El Cobre¨ cuando se le atravesó el vehículo del señor Porras, y chocaron.  El camioncito perdió faros, parafangos, radiador, llantas y corneta, y el automóvil ni una raya. Sin embargo, el fiscal de la esquina, que andaba en otros menesteres, se atrevió a jurar que el camioncito era el culpable.

El Presidente es notificado, y como quiera que además de ser un General de cuatro soles es el Jefe de la Nación,  conoce la ley y lo que significa vivir dentro de un sistema democrático. ¨Usted ganó, le dice al asustado Porras, mientras lo abraza y le ofrece disculpas. 

¨Así se hace, General¨,  gritan al unísono los cobreros presentes. ¨Esto si es democracia¨.

Al día siguiente, el General continuó camino hacia la frontera, no sin antes dejar órdenes precisas en torno al señor Vicente Porras,  que ahora  tiene  camión nuevo y una casa cómoda en La Grita.


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